martes, 25 de noviembre de 2008

SOLO POR AMOR

Seguramente alguien ya habrá dicho que a los pobres les toca trabajar mas duro que a los ricos; que éstos ganan menos dinero a pesar de tener mas horas de trabajo continuo, y que aunque se rompen diariamente la espalda, lo que ganan no compensa el arduo esfuerzo que realizan a diferencia de muchos otros oficios en donde hasta el respirar paga. Obreros, barrenderos, empleados, recicladores, pescadores; sin mencionar muchos otros mas; hacen parte de los oficios peor pagados en la cotidianidad barranquillera, aunque verdaderamente estas personas físicamente se merezcan más por cada minuto y segundo que ocupan en dichos trabajos, aún los siguen realizando, pues a pesar que crean merecerse mas y sepan que lo que ganan no es suficiente para mantener a sus familias, el dinero es una necesidad, es el resultado de un esfuerzo, son los frutos de una cosecha, que mas que buena, es el poco poder de poseer algo por mérito propio, y es la posibilidad de poder invertir en los deseos soñados, en los gustos queridos, pero mas que todo en las necesidades requeridas.

Sin embargo, y aunque sea para algunos difícil de creer, hay gente que trabaja gratis; y no precisamente aquellos personajes que dicen trabajar en fundaciones en pro de la necesidad humana, ni en los que dicen recaudar fondos para la niñez, sin obtener nada a cambio sólo la sonrisa de un pequeño, que dicen ellos, los llenan de satisfacciones; no, pero si hay un verdadero trabajo, un trabajo que exige más de 12 horas continuas no pagas y en muchas ocasiones también de horas extras tampoco remuneradas.

Es un trabajo que agota, que no se limita a un solo oficio, que puede incluir desde el manejo seguro del fuego hasta el saber sobre plantas, un trabajo que a lo largo de la historia de la humanidad, jamás ha sido visto como un trabajo de paga, pues a pesar que en el pasado era una obligación realizarlo y en el presente puede decirse que se esta convirtiendo en una opción, éste trabajo se sigue efectuando por muchas, muchísimas mujeres colombianas; a ellas, a las hacedoras de dicho oficio, se les ha denominado como “Amas de Casa”.

“Me levanto a las 4:00 de la mañana todos los días, porque a esa hora mi marido ya está en el baño y a mi me toca sacarle la ropa y hacerle el desayuno”; es sólo la primera frase de la respuesta que Gloria Dickson al preguntarle sobre como empezaba su día; una pregunta común, de esas con las que se espera descubrir la vida secuencial de las personas, pero con la que sin darse cuenta se destapa mas allá del horario habitual, se despiertan emociones, pensamientos y hasta sentimientos a cerca del oficio.

Dividir la ropa blanca de la de color, la delicada de las normales, los jeans de los pantalones, lavar a mano los interiores, a maquina las sabanas; tener la medida exacta de detergente, jabón y blanqueador que se necesita para que quede bien lavado y ahorrar en los gastos; saber lavar los zapatos, cepillarlos y si es necesario embetunarlos, saber controlar el agua y hasta cómo reutilizarla; mantener el equilibrio perfecto para colgar las mil y un prendas en las altas cuerdas del patio, ser ágil y rápida al hacerlo aún estando cegada por el brillo del incandescente sol; es sólo uno de los varios oficios y el que la mayoría de las “amas de casa” realizan después de haber hecho el desayuno y despachado al esposo y a los hijos; ya que no hay otra manera de aprovechar el grandioso sol barranquillero en su mas amplio poderío sin asolearse tanto, es decir que a mas tardar a las 9:00 de la mañana todo debe estar debidamente tendido a lo largo del patio trasero.

Increíblemente la jornada no lleva ni medio día, pues a esa hora, después de haber lavado la ropa sigue el lavado de la casa. Empezando por los baños, que no son ni uno ni dos, son tres los baños que por lo menos tres veces a la semana se tienen que desinfectar, lavar y enjuagar para que no se acumule, a lo que las mamás llaman “la potaza”, dígase del jabón o shampoo que después de cierto tiempo quedan pegados a las paredes de la ducha; además de mantener por reglas de higiene el lavamanos y el sanitario impecables.

“Son dos pasadas de una y tres de la otra”; recita Gloria, pues quien la escuchase fuera del contexto hablado no tendría ni la más remota idea de qué tema se esta conversando; “Se barren dos veces los cuartos, el pasillo, el estar, la sala, la cocina, el comedor y el estudio; para luego trapearlos nuevamente dos veces, con agua y cloro para desinfectar, y una vez más con “fabuloso”, para darle el toque final al brillo del suelo y un olor rico a la casa en general; dos veces de barrida y tres veces de trapeada; dos pasadas de una y tres de la otra.”

Aunque es verdaderamente extenuante la lavada y la limpieza de una casa de una familia completa, existen mujeres como Gloria, que prefieren lavar tres veces lo que lavan diario o limpiar y barrer ocho veces más, a tener que meterse en la cocina a preparar el desayuno, el almuerzo y la comida. Pisando las 10:00 de la mañana el almuerzo ya tiene que estarse montando, después de picar verdura tras verdura, relajar la carne o el pollo depende el menú del día, rebanar y tener todos los ingredientes y mezclas para la carne, las tajadas, las zaragosas y la ensalada listos, sólo hay que dejar a fuego lento y esperar, siempre vigilante para que nada se vaya a quemar.

Y es donde por fin se diría que se puede descansar un momento de tanto agite y acción, pero no; mientras la comida se cocina, se frita o se hierve, la acción se desplaza a otro lado esta vez el objetivo son los cuartos, tender las camas, arreglar sábana por sábana, limpiar los espejos con esa técnica de la hoja de periódico y alcohol que solo ellas saben aplicar, organizar los peinadores guardar todo aquello que esta “mal parqueado” y hasta sacudir las ventanas y abanicos; todo mientras el almuerzo está casi listo.

De vuelta en la cocina lo último que se hace es montar el caldero de arroz, “pues a diferencia de los demás ingredientes, el arroz se sirve recién hecho, para que éste no pierda lo esponjoso y suelto como debe quedar” explica Gloria; obviamente mientras éste se hace, Gloria no se queda quieta, aprovechando el tiempo, pelando y licuando las guayabas para el jugo; lo cuela y lo pasa a una jarra que pasará el poco tiempo que queda mientras la familia llega, en el congelador, para ver si medio se enfría; aunque por si acaso no lo hace, Gloria ya ha picado hielo para hacerlo.

La familia llega, y lo que a Gloria le ha costado hacer en casi dos horas y media se va en menos de 15 minutos. Tal vez sea una de las pocas cosas en la vida que menos duran en existencia, y de pronto esa sea la causa del por qué muchas mujeres odian cocinar, pues sólo son esos 15 minutos en los que ellas se pueden sentar y descansar un poco de todo el trabajo realizado en la mañana; son 15 minutos, los cuales la mayoría de amas de casa desearían que fueran los mas largos del mundo, pero no lo hacen por tener más tiempo para descansar, lo hacen para que sus familias no terminen nunca de comer, así no tendrían que pensar que en poco tiempo tienen que lavar todos los platos y ollas que acaban de ensuciar. Pero la realidad es otra, a veces ni siquiera llegan a 15 y lavar los “chismes”, como se le dicen a los platos en la costa, se vuelve un oficio más.

La tarde es un poco más relajada, pues se busca terminar todo lo más pronto posible antes de volver a cocinar en la cena, para tener un poco de tiempo libre. Se recoge la ropa lavada y mientras la dobla, por fin Gloria hace algo diferente a los oficios de la casa, ver la telenovela mexicana de todas las tardes. Y como una experta, divide casi sin ver la ropa que va doblando, la del hijo, la hija, la de ella y la del esposo; en pequeñas columnas de ropa previamente dobladas, termina la gran pila de ropa que temprano en la mañana se dedicó a lavar.

Después de haberse acabado la novela, la repartición de ropa para cada uno de los armarios es el próximo oficio ha realizar. Unas van colgadas, otras en las gavetas, las medias hay que envolverlas y la ropa del cabeza de familia siempre hay que tenerla que planchar, pues es el único que tiene que tener siempre limpia, planchada y lista la muda para el día de mañana; la demás ropa puede esperar hasta el fin de semana.

Todo esta reluciente, los cuartos, la sala, el comedor, todo completamente listo y limpio, y eso les da tranquilidad y satisfacción por lo menos durante el mismo día; saben que su trabajo se ve reflejado en la comodidad de su familia, en la imagen de su hogar y en la higiene en general.

No reciben un peso aparte del que necesitan para hacer mercado o el que piden para gastos de la casa o de los hijos, no hay un cheque que se les dé por el hecho de lavar, cocinar o planchar, son las empleadas gratuitas de su propia casa y aunque saben que al día siguiente la rutina tiene que volver a empezar, ninguna decae, tal vez por mantener la calidad de vida de su familia y el amor por ella, así como el esposo dice mantener económicamente a la misma.

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