viernes, 23 de noviembre de 2007

la tauromakia, el asesino secreto

Durante mucho tiempo se ha considerado a la tauromaquia como un “deporte”, originado en España que se ha propagado en todo el mundo, en el cual muchas personas generalmente de las clases sociales altas van a disfrutar de la tortura sin pudor de un animal que con antelación ha sido brutalmente tratado. Sin embargo hay muchas personas que rechazan este tipo de prácticas. Por tal razón en este trabajo daremos a conocer por qué los toreros son llamados asesinos con permiso. Para llevar a cabo nuestro cometido, comenzaremos nuestro escrito informando sobre que es la tauromaquia; en segundo lugar, expondremos las ideas tanto de quienes la apoyan como de aquellos que están en contra; y por ultimo, contribuiremos al aporte de algunas soluciones para acabar con este macabro juego.

La tauromaquia es el obsceno placer del hombre quien en busca de la diversión ha creado una especie de masacre legal de animales como el toro cuya naturaleza herbívora lo hace inofensivo y con un instinto natural de huir, esto ultimo, según aquellos que van en contra de esta practica mientras que para quienes son fervientes seguidores de la misma, las situaciones y las opiniones son diferentes. Estos últimos se defienden afirmando juicios como: “El toreo es cultura”; “El toreo es arte”; “El toreo es tradición”; “Sin el toreo, desaparecería el toro”; “El toreo genera mucho dinero” y “El toreo crea puestos de trabajo”. Expresiones de personas insensibles y extremadamente capitalistas, que solo se concentran en el hecho de capotear al animal y enviarlo de un lado al otro, y peor aun se hacen desentendidos de todos los maltratos a los que es expuesto el animal antes y durante la faena.
Pero para decir por que no se debe practicar ni apoyar la tauromaquia debemos saber de donde y quienes fueron los bárbaros en iniciar esta cruel “celebración”, así pues los primeros intentos de elaborar una tauromaquia conducente a la moderna no se producen, en verdad, hasta el siglo XVIII y primeras décadas del XIX, aunque sus antecedentes, en formas distintas, se remontan hasta la España medieval. En donde se construyeron las primeras plazas de toros de fábrica, no temporales. Y, por último, se impuso con carácter definitivo el toreo a pie. Ya desde la segunda y tercera décadas del siglo XVIII, incluso el toreo a caballo lo desempeñaban profesionales y ya en el tercio final el siglo XIX se conoció la que ha sido denominada primera edad de oro del toreo, las primeras tres décadas asistieron, sin embargo, a un importante decaimiento del arte taurino. Primero, por la prohibición dictada en 1805 por el rey Carlos IV de celebrar corridas de toros o novillos en todo el reino; después, por la larga Guerra de Independencia —aunque José Bonaparte levantó la prohibición, la división de los españoles y la extenuación de las ganaderías fueron factores determinantes— y, sobre todo, porque tras la muerte de Pepe-Hillo no surgió hasta 1830 ningún torero que mandase por su arrolladora personalidad en los ruedos.
Francisco Montes Paquiro (1805-1851), al que se llamó el Napoléon de los toreros y al que también se le ha aplicado el apodo de el gran legislador hizo su mayor aporte a la lidia con la publicación en 1836 de su Tauromaquia —redactada por Santos López Pelegrín, con el seudónimo de Abenamar—, que fue la primera que combinaba los elementos técnicos con los fundamentos tácticos de la lidia, y éstos, a su vez, con la primera organización seria de las cuadrillas y las funciones de cada uno de sus participantes en las suertes reglamentadas para cada uno de los tercios —varas, banderillas y muerte— en que se divide la corrida, las varas banderillas y muerte de las que se habla en la tauromaquia son los elementos homicidas que hacen parte importante del ruedo.
Pero la tortura no solo se da en el ruedo también antes de que el toro ingrese a la arena. Todavía hay quien piensa que el enfrentamiento entre un torero y un toro en una plaza de toros durante una corrida es del todo leal y equiparada, lo que no sabe o dicen no saber es Desde que los toros son secuestrados del rebaño, empieza el calvario de unos animales capaces de experimentar angustia y desamparo infinitos. Presos en un asfixiante cajón, con la cabeza ladeada, se les transporta lejos, muy lejos de sus pastos y encinares, donde suelen perder entre 40 y 50 kilos a causa del estrés al ser confinados en la cárcel. Después se les recortan en vivo los cuernos (afeitado) para proteger al torero. Le cuelgan sacos de arena en el cuello durante horas. Le golpean con sacos de arena en los testículos y los riñones, le provocan diarrea y le abrasan los intestinos al poner sulfatos y laxantes en el agua que bebió y en la comida, todo esto es con el fin de que llegue débil al ruedo y en completo desorden. Se le unta grasa y vaselina en los ojos para dificultar su visión y en las patas se le coloca una sustancia (thinner) que le produce ardor y le impide mantenerse quieto, así el torero no desluce su actuación. En algunos casos, incluso se les han rasgado los músculos del cuello para evitar movimientos bruscos con la cabeza, a fin de reducir el riesgo de posibles cornadas.
Y no contentos con lo hecho, se les inyectan fármacos hipnóticos, e implantan bolas de algodón en lo profundo de sus fosas nasales para dificultar la respiración. Y no solo son los toros los afectados. Otras de las victimas de esta masacre animal son los caballos, los cuales son escogidos teniendo en cuenta su bajo valor comercial llevándolos en 3 o 4 faenas a una muerte segura, estos sufren constantes rasgaduras de músculos, quebraduras múltiples de costillas o destripamientos. Se les droga y se les llena las orejas con papel de periódico mojado para que salgan a la plaza, ya que el terror les haría salir corriendo.
Desde 1925 se les coloca un peto simulando que se les protege, pero en realidad se trata de que el publico no vea las heridas al caballo que con frecuencia presentan exposición de vísceras (alguna vez le han llegado a introducir de nuevo los intestinos y a coserles las tripas para que aguanten otra corrida). Además, para que no relinchen de espanto y de dolor (y no perturben al majestuoso público), se les amputan sus cuerdas vocales, y si sujetados por el pánico se niegan a volver al redondel, les queman los testículos con descargas eléctricas o periódicos encendidos, e incluso les quitan los ojos. Lo peor es que esto solo es el principio de este cruento juego que los distinguidos sujetos de nuestra sociedad admiran.
Los maltratos hacia los animales no solo se quedan en el de colocarles químicos y administrarles diferentes sustancias si que van mas allá cuando entran al ruedo. Al instante en el que el toro es "llamado" a la plaza, el toro se encuentra frente una puerta que da directamente a ella, si el torero percibe que el toro embiste con mucha energía, ordena al picador montado a caballo hacer su trabajo, el cual consistente en desangrar al toro para debilitarlo, clavándole en el lomo una lanza de 40 cms. que le destroza los músculos trapecio, romboideo, espinoso y semiespinoso, serrados y transversos de cuello. Además, vasos sanguíneos y nervios. Esto es para que el torero pueda brindar la expresión artística que se supone debe tener este espectáculo. A partir de entonces, un solo puyazo podría destrozar al toro, por eso se hace en tres tiempos “para mayor goce de la afición.” Pero las picadas solo es el inicio de la tortura sufrida por el animal en la arena ya que estos son seguidos por “sutiles adornos” llamados banderillas las cuales son usadas para castigar al toro. Las banderillas aseguran que la hemorragia siga; se intentan colocar justo en el mismo sitio ya dañado por el picador. El gancho de metal de las banderillas se mueve dentro de la herida con cada movimiento del toro y con el roce de la muleta, lo que causa a la res un terrible martirio, el peso de las banderillas, además, le rebana carne y tejidos. Algunas banderillas tienen un arpón de 8 cms, estas prolongan el desgarre y ahondamiento de las heridas internas. Lo mas triste es que no hay un numero limite de banderillazos; tantos como sean necesarios para desgarrar los tejidos y piel del toro.

La tauromaquia es un acto tan cobarde y sus protagonistas son los villanos de esta historia, en la que un pobre animal muere sin poder defenderse, solo por el placer de estos hombres inconscientes que creen que sus actos son honorables y dignos de admirar; no se dan cuenta que en realidad pierden esta distinción al convertirse en unos asesinos a sangre fría que no tienen piedad de un animal que merece vivir como cualquier ser viviente.

Tal vez se tarden años en abolir este horrible “arte” de la tauromaquia, pero queda claro que aquellos toreros que mueren en plena faena no son personas valientes; como alguna vez dijo William shakespeare: “Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte, los valientes prueban la muerte sólo una vez”.



me encantaria ver a todos los perros amantes de la tauromaquia en un circo romano....en una plaza despues que les hayan dado una golpiza y enfrentados a fieras verdaderas a ver si les parece artistico.
El hombre es malo por naturaleza y tiene que escudarse en cosas como estas para saciar su crueldad.
Me da asco cuando un man como cesar rincon dice amar y respetar a los toros; eso es equivalente a decir que como yo amo y respeto a mi esposa entonces la levanto a golpes hasta mandarla a un hospital....son cosas totalmente ridiculas y carentes de sentido  


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