lunes, 26 de mayo de 2008

las faldas se toman el centro de la ciudad

“¡Aja cuadro! ¿Cual es la vaina acá? por que tanta vieja” preguntaba Ariel, uno de los tantos comerciantes informales sorprendidos de la zona, al ver como un ejercito de faldas, pantalones ajustados y camisas escotadas se tomaron el centro de la ciudad, para lo que ellas mismas llamaron era una “campaña de cultura ciudadana: las mujeres ponemos el ejemplo”.

El enmarañado camino repleto de comerciantes, transeúntes y comida, desde la calle 37 con carrera 41 hasta llegar al paseo Bolívar, hacían algo incomodo este tramo del viaje pero esto no pareció perturbar a más de una mujer que bajaba, entre brincos y empujones, para cumplir la cita.

Mientras mas se acercaban las mujeres, mas empezaban a sentir la fiesta, en cambio los hombres que poco a poco se aproximaban sólo podían ingresar si a los cuatro vientos y con sentimiento, como si estuviesen entonando un vallenato de los Zuleta o de Diomedez Díaz, admitían “Por Ella es que estoy aquí”.

Dos horas en las cuales la caminata fue la mejor aliada para reconocer la zona y ver que ofrecía Barranqui-Ella, nos regalo un espectáculo de música y baile, en el cual una hermosa bolerista interpretando magnificas canciones mantuvo a mas de una y uno que otro hombre pegado a la tarima ELLA, el espectáculo brindado por Verónica Vanegas fue majestuoso, mas de una improvisada pareja se le median a bailar al ritmo de la música en el pavimento.

Después de mucho caminar el mismo trecho en busca de caras reconocidas, con algunos aciertos y en busca de comida sólo la cafetería del Centro Comercial Colombia, donde muy pocas personas comían y muchas bebían cerveza, parecía ser la salvación de los hambrientos ya que de aquel festival gastronómico tan comercializado ya escasamente quedaban papas.

Una apetitosa hamburguesa asada al carbón y con queso fundido era el mejor salvavidas del momento, esperando en un ambiente “armonizado” por una mezcla tan colombiana de reggetton, vallenato y merengue, se convierte en el lugar mas propicio para que los visitantes entre cerveza y cerveza departan de tan memorable evento.

La comida se acerca y el estomago emite sonidos como si estuviera viendo lo que se dirigía hacia el. A mitad de la comida y aparecida de entre un enjambre de carpitas anárquicamente organizadas se acerca de mesa en mesa una mujer vendiendo tarjetas con mensajes de amor y cariño pidiendo cualquier colaboración.

La mujer a sabiendas de que si la ven en estos menesteres podía ser sacada del lugar se acerca sigilosamente a ofrecer sus credenciales pero antes de recibir la colaboración ella se agacha entre las sillas y con un bajo tono de voz dice: “el de seguridad pasó y no me vio” en ese momento una sonrisa salió de boca de los presentes y mientras ella se alejaba dirigiéndose hacia otra mesa, el percatarse que el hombre de seguridad no se encontraba por ahí, demostró inconcientemente cierta complicidad con el personaje al cual afuera le estaban haciendo homenaje.

Después de unos minutos, como por arte de magia y como si la hubiese escuchado, el guardia aparece justo en la entrada de la cafetería mientras se siguen escuchando los acordes de un vallenato y la gente sigue hablando y bebiendo.

Ella se encontraba a 3 metros del guardia de seguridad del centro comercial, un personaje vestido de pantalón negro y camisa marrón con letras amarillas en su espalda y en su gorra que dicen “seguridad” y al lado de la mesa a la cual ella estaba ofreciendo sus tarjetas hay 4 mujeres con la mesa llena de cervezas donde una de ellas tenia puesta una gorra de la policía.

La vendedora ambulante mientras ofrece sus tarjetas, se esconde detrás de una mujer que le da la espalda al guardia y después de 5 minutos el ambiente de tención y complicidad acaba, la vendedora se había marchado y el guardia no logró verla. La mujer camuflada entre dos clientes del lugar espera al menor descuido del guardia para como un ratón huir entre botellas mesas y personas, perdiéndose en el río de comerciantes por el cual llego.

De nuevo en las calles la algarabía de la gente estaba en furor el espectáculo central se acercaba y la presencia de unas de las estrellas vallentas alentaba a que la gente siguiera en el lugar, poco a poco se acerco la hora.

COMIENZA EL ACTO PRINCIPAL

El sonido de las notas marciales del himno nacional comenzaron a surcar el cielo barranquillero, el sonar de la orquesta de la fuerza naval estaba presente una fila perfectamente alineada de hombrecillos de blanco sobre un telón negro dio inicio al acto central.

Mientras los hombres de la patria hacían su presentación detrás del escenario quien puso el sabor costeño arribaba y a punta de acordeón y caja, impacientemente sus admiradoras lo aclamaron y rogaban por su pronta presentación detrás del escenario todo era zozobra, cuando llego la hora de la verdad el paseo Bolívar exploto en jubilo con las primaras tonadas del vallenatero Peter Manjares quien con un repertorio de sus mas famosas canciones dio una serenata de nunca olvidar a las presentes, “El papá de los amores” causo mas de un suspiro y a varias las dejo, literalmente, de camilla.

Pero, mientras todo esto pasaba en la tarima principal al otro extremo del lugar se encontraba una mujer con una bolsa negra en una mano y un tatuaje de esfero que decía “EDGAR” en su brazo derecho. Fiscalizando que sus hijas de no mas de 4 años recogieran latas, que muy amablemente el publico dejaba en el piso, para poder conseguir con que comer al día siguiente. Las niñas revoloteaban a pie descalzo y como dos mariposas jugando de flor en flor en busca de los pequeños tesoros de aluminio que daban a su madre como si fuera el más preciado de los obsequios.

La mujer y sus dos hijas pequeñas en un homenaje a ellas trabajan mismas trabajan para obtener el pan de cada día y después de mucho revolotear y sin ganas de asistir a su homenaje las mariposas inquietas y la madre salen del recinto.



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