viernes, 8 de agosto de 2008

DESDE CHIKITO TE VENGO A VER...

“¿el niño entra con boleta?” pregunta un hombre con chaqueta naranja, su color fluorescente brillaba en la fría noche capitalina. El rudo toqueteo de las manos del agente de policía por mi pecho y la repetida frase de “¿que tiene en los bolsillos?” hacen que la requisa parezca una indagatoria como la hecha a cualquier ladrón.

Son cerca de las 8 de la noche, y después de varios empujones, pellizcos y golpes, por fin cruzo la estrecha puerta verde que me separaba del sueño de conocer el templo sagrado del futbol bogotano.

Aun tembloroso e incrédulo, miro hacia todas partes para no perder detalle alguno, las personas caminando de un lado al otro, los policías gritando a diestra y siniestra, el colorido de las banderas ingresando por la pequeña puerta de metal y al fondo y como si se marchase a la guerra, la voz de más de tres mil personas alentando al dueño de sus amores, era el sonido ambiente.

Camino hacia las grises escaleras, cada vez se oye más alto y claro los cánticos, la piel se pone de gallina, el corazón se quiere salir de su cavidad y el deseo por ver ese verde palacio aumenta poco a poco, peldaño por peldaño.

Y como si fuese sueño una blanca luz me da la bienvenida, miro al oscuro cielo, tomo un respiro largo y profundo, cierro mis ojos y como dicen por ahí sin anestesia bajo la mirada y por fin frente a mis ojos la magnificencia del Nemesio Camacho “El Campín”.

“yo me enamore, de millonarios me enamore…” retumbaba por todas partes, pero sobre todo y para un pequeñín de 10 años estremecía el corazón. El azul y blanco, la pasión y el escudo se convirtieron desde aquel febrero de 2001 en una razón de vida que lleva más de 60 años.



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